CREYENDO
El otro día, cuando estaba terminando mi jornada laboral, volví a la sala de profesores. Alguien se acercó a la puerta en silencio. Asomó la cabeza y dijo: Han vuelto a hacerlo. Creo que el mundo está lleno de cobardes que no son capaces de aceptar la realidad que nos ha tocado, que les ha tocado. Unos creemos en la posibilidad del cambio, en un mundo mejor. Otros, simplemente, disparan.
Cuando llegué a casa me senté y escribí. No me gusta el resultado. Pero aún así quiero compartirlo, con aquellos que volvieron a casa el viernes, para descubrir que el mundo, seguía siendo un mundo imperfecto.
CREYENDO
Creyó que con las rojizas sombras
acababa todo…
Que la luz que se le iba
no volvería otra vez.
Cerró los ojos ante el cárdeno crepúsculo,
resignado, sumiso, manso…
Aurora,
no volvería a ver.
El abandono temblaba en su cuerpo,
perturbación y desasosiego…
Un grito… ¡Valentía!
Un silencio… ¡Libertad!
Sintió su ánimo palpitar de nuevo .
El valor abrió sus ojos.
La voluntad le hizo soñar.
Soñó con un cielo enlutado,
triste, tenaz…
Entonces, miles de luceros
y un espejo…
Sin Aurora.
El silencio apaciguó su cuerpo,
la paz, el sosiego…
Un grito… ¡Valentía!
Un silencio… ¡Libertad!
Nunca más se iría.
Nunca más se negaría a luchar.
acababa todo…
Que la luz que se le iba
no volvería otra vez.
Cerró los ojos ante el cárdeno crepúsculo,
resignado, sumiso, manso…
Aurora,
no volvería a ver.
El abandono temblaba en su cuerpo,
perturbación y desasosiego…
Un grito… ¡Valentía!
Un silencio… ¡Libertad!
Sintió su ánimo palpitar de nuevo .
El valor abrió sus ojos.
La voluntad le hizo soñar.
Soñó con un cielo enlutado,
triste, tenaz…
Entonces, miles de luceros
y un espejo…
Sin Aurora.
El silencio apaciguó su cuerpo,
la paz, el sosiego…
Un grito… ¡Valentía!
Un silencio… ¡Libertad!
Nunca más se iría.
Nunca más se negaría a luchar.